Me
llamo Javier Hernández Baruque. Este blog lo abrí para
dar a conocer a cuantos les gustan los versos, los que yo escribí
en el transcurso de mi vida. Impensable hubiera sido cuando a mis
once años hacía mis primeras y torpes rimas que algún
día mis poemas estuvieran en libros -ocho publiqué
hasta la fecha de hoy-; y menos aún, que con unos toques de
tecla aparecieran tan bien colocaditos en una pantalla.
Comenzaré
exponiendo mi primer libro, publicado en 1986: La Esgueva Azul.
Fue presentado en la Casa de Cervantes de Valladolid, en su célebres
Mañanas de la Biblioteca, por Nicomedes Sanz y Ruiz de la
Peña, creador de ellas y poeta de resonancias clásicas;
y recitados sus poemas por los lectores de la Casa: Amparo Magdaleno
de la Cruz, Carmen Isabel Santamaría, (ambas poetas) y el
rapsoda Santiago Quintero Vergara.
El
libro supuso un gran estímulo para mí, ya que tuvo un
gran éxito entre los oyentes y entre la crítica.
Personajes tan importantes de esos años como Francisco Javier
Marín Abril, en el periódico El Norte de Castilla, y Mª
Teresa Íñigo de Toro en la emisora La voz de Valladolid
no escatimaron elogios al poemario. Hice infinidad de lecturas en
todas las salas y grupos de la ciudad, así como salidas a
otros lugares señeros de la Comunidad.
Hoy,
al releer los poemas para resucitarlos en esta pantalla, después
de que pasaran sobre ellos más de treinta años, con más
oficio que entonces, me tentaba la corrección de algunos
versos que mi autocrítica considera mejorables. Pero enseguida
desistí de esa intención. Creo que lo que pudieran
ganar en calidad lo perderían de espontaneidad, de frescura...
Por eso, dejo que aquellas aguas castalias de mi primera fuente sigan
corriendo feraces y bravías por los versos. Que con la pureza
con que nacieron, desemboquen.
El
Esgueva, ( que muchos decimos cariñosamente,”La Esgueva”)
es un río menor de Castilla. Nace en la provincia de Burgos,
casi a los pies de la abadía de santo Domingo de Silos y tras
recorrer 122 kilómetros por las provincias de Burgos, (61
kilómetros), Palencia,(4 kilómetros) y Valladolid (57
kilómetros), desemboca en el Pisuerga ya en la ciudad de
Valladolid.
Aquí
fue cantado y vilipendiado, que de todo hubo, por los grandes poetas
que hasta la ciudad vinieron al rebufo de la Corte de Felipe III,
que la designó Capital de España entre los años
1601-1606. Góngora y Quevedo, tan poco recatados ellos, le
dedicaron al pobre río sus más metáforas menos
amables.
Mi
poemario trata el río desde los recuerdos de mi infancia
rural. Desde los páramos de la Esgueva, desde Villanueva de
los Infantes, uno de los últimos pueblos que atraviesa, antes
de caer aparatosamente al Pisuerga, ya en la capital, por una
escalinata de espuma.
Gracias
a cuantos os acerquéis a beber de estas aguas, que en
realidad son muy otras, como muy bien sabían Heráclito
y Manrique.
F.J.Hernández
Baruque