viernes, 3 de marzo de 2017

PARA EMPEZAR POR EL PRINCIPIO


                                


Me llamo Javier Hernández Baruque. Este blog lo abrí para dar a conocer a cuantos les gustan los versos, los que yo escribí en el transcurso de mi vida. Impensable hubiera sido cuando a mis once años hacía mis primeras y torpes rimas que algún día mis poemas estuvieran en libros -ocho publiqué hasta la fecha de hoy-; y menos aún, que con unos toques de tecla aparecieran tan bien colocaditos en una pantalla.

Comenzaré exponiendo mi primer libro, publicado en 1986: La Esgueva Azul. Fue presentado en la Casa de Cervantes de Valladolid, en su célebres Mañanas de la Biblioteca, por Nicomedes Sanz y Ruiz de la Peña, creador de ellas y poeta de resonancias clásicas; y recitados sus poemas por los lectores de la Casa: Amparo Magdaleno de la Cruz, Carmen Isabel Santamaría, (ambas poetas) y el rapsoda Santiago Quintero Vergara.

El libro supuso un gran estímulo para mí, ya que tuvo un gran éxito entre los oyentes y entre la crítica. Personajes tan importantes de esos años como Francisco Javier Marín Abril, en el periódico El Norte de Castilla, y Mª Teresa Íñigo de Toro en la emisora La voz de Valladolid no escatimaron elogios al poemario. Hice infinidad de lecturas en todas las salas y grupos de la ciudad, así como salidas a otros lugares señeros de la Comunidad.

Hoy, al releer los poemas para resucitarlos en esta pantalla, después de que pasaran sobre ellos más de treinta años, con más oficio que entonces, me tentaba la corrección de algunos versos que mi autocrítica considera mejorables. Pero enseguida desistí de esa intención. Creo que lo que pudieran ganar en calidad lo perderían de espontaneidad, de frescura... Por eso, dejo que aquellas aguas castalias de mi primera fuente sigan corriendo feraces y bravías por los versos. Que con la pureza con que nacieron, desemboquen.



El Esgueva, ( que muchos decimos cariñosamente,”La Esgueva”) es un río menor de Castilla. Nace en la provincia de Burgos, casi a los pies de la abadía de santo Domingo de Silos y tras recorrer 122 kilómetros por las provincias de Burgos, (61 kilómetros), Palencia,(4 kilómetros) y Valladolid (57 kilómetros), desemboca en el Pisuerga ya en la ciudad de Valladolid.

Aquí fue cantado y vilipendiado, que de todo hubo, por los grandes poetas que hasta la ciudad vinieron al rebufo de la Corte de Felipe III, que la designó Capital de España entre los años 1601-1606. Góngora y Quevedo, tan poco recatados ellos, le dedicaron al pobre río sus más metáforas menos amables.


Mi poemario trata el río desde los recuerdos de mi infancia rural. Desde los páramos de la Esgueva, desde Villanueva de los Infantes, uno de los últimos pueblos que atraviesa, antes de caer aparatosamente al Pisuerga, ya en la capital, por una escalinata de espuma.

Gracias a cuantos os acerquéis a beber de estas aguas, que en realidad son muy otras, como muy bien sabían Heráclito y Manrique.



F.J.Hernández Baruque
















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