jueves, 2 de marzo de 2017

EL VALS DE LA ESGUEVA AZUL










                                     EL VALS DE LA ESGUEVA AZUL

Señor Strauss: Ya lo sé
que no estamos en Viena
ni es el Danubio este río...
Pero yo quiero dar fe,
en este vals que ahora suena,
de la Esgueva, que es el mío.

Y yo escribo en pentagramas
que son surcos de labranza,
corcheas de campanillas,
armonía de retamas
y arpegio con mi añoranza
sobre las gentes sencillas.
Y le he colgado mordentes
de abejas y mariposas
orlando su melodía...
Bailan seres inocentes
en las salas fastuosas
de mi ingenua fantasía...

¿Y la orquesta?
Más modesta,
pero no con menos brillo
en esta humilde versión:
El violín
saltarín
para las cuerdas del grillo,
para el sapo saxofón...
Y se empeña
la cigüeña,
que sobre el nido crotora
en hacer la percusión...
¿Muselinas?
Las más finas
en el ocaso y la aurora...
¡Todo el valle por salón!
Y la gente labradora,
la de ayer y la de ahora,
está bailando en mi mente,
señor Straus, este son.

Un vals para mi palacio.
Barones de tez de arcilla
que con la mula y la trilla
bailan al sol muy despacio.
¿Y la lámpara plateada
de los cristales labrados?
¡Colgando de los tejados
en el rigor de la helada!

En pentagramas de amor
la música del cariño.
¡De este vals de mi ayer niño
quiero ser el director!

Señor Strauss: ya lo ve,
Villanueva no es Viena,
no es el Danubio este río...
Pero en mi vals yo doy fe
de esta Esgueva que resuena...
¡Su tres por cuatro es el mío!



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