Cigüeña,
de la torre filigrana,
amiga de mi
ayer,
jamás
he vuelto a ver
tu blanca,
negra y roja porcelana
decorando
las eras y el perdido,
o en “la
Esgueva” pescando alguna rana.
La corona
de espinas de tu nido,
-del noble
campanario humilde tiara-,
el viento
ha desprendido;
y el fuego,
que en sus ramas crepitara,
en humo ha
diluido
la ruina de
tu hogar desmoronado.
Cigüeña
del pasado,
tu pico,
que en mi mente aún crotora,
gozosa
castañuela en los festejos
del niño
bautizado,
carraca fue
también para el finado
que, ya en
el camposanto, el pueblo llora.
¡Cigüeña,
ya estás lejos!...
...El hielo
ya deshizo sus cristales;
bordaba el
negro almendro blancas flores...
Estaban los
chavales
bailando la
peonza en la plazuela
con gritos
de colores.
Jugaban
tras el tedio de la escuela
y al ver
azul de sombra sobre el suelo,
los ojos
elevaron hacia el cielo
con cara
muy risueña...
Cien dedos
apuntaron a la altura,
cien voces
corearon:¡la ...ci...güe...ña!
¿De
qué larga aventura
llegabas,
ave fénix, puntualmente
surgiendo
tras los fríos?
¿Qué
brújula mirabas en la altura,
que un día
dibujó sobre tu mente
el rumbo
hacia otros ríos?
No luce sus
corbatas de serpiente
el campo
envenenado,
no croan en
“la Esgueva” ya las ranas,
la fuente
“de la Risa” se ha secado,
no cantan
las campanas,
sin grillos
crece el prado,
no hay
niños que celebren tu regreso
con gesto
ilusionado
y están
aquellas frentes ya más viejas...
¡y
todo tan cambiado!
Cigüeña,
tú nos dejas...
Igual que
el secretario y el maestro,
el médico,
el barbero,
el cura, el
panadero...
Cigüeña,
dulce símbolo tan nuestro,
si un día
regresaras:¡aleluya!...
Yo sé
que las campanas moverían
sus lenguas
de metal con embeleso,
que a
fiesta el día entero voltearían
contándonos,
cigüeña, tu regreso.
F.J. Hernández Baruque
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