LA
PEQUEÑA MECEDORA AZUL
No la
quemes madre, no,
¡no
se te ocurra quemarla!...
La pequeña
mecedora,
en el
desván olvidada,
es una
sillita endeble
sin la
menor importancia:
son cuatro
tablas azules
encima de
dos curvadas,
que
acunaron a los niños
y ahora
mecen a las ratas.
Es hermana
del “moisés”
de fuertes
mimbres trenzadas,
que pegada
tuvo a ellas
la azucena
de las nanas.
No la
quemes madre, no,
no se la
des a las llamas,
porque fue
continuación
del vaivén
de tus entrañas...
Hoy está
mi corazón
intentando
repintarla
con pintura
del recuerdo,
que es del
pasado la pátina...
...Y me
está oliendo a ropón
a treinta
años de distancia,
me huele a
sopas de leche
hervidas
sobre las brasas
y balancean
la silla
rollizas
piernas rosadas...
Madre,
madre no la tires,
que yo
quiero conservarla...
Pues cuando
subo al desván
que hay
arriba de la casa,
no puedes
imaginar
qué
gusto me da encontrarla.
¡Se
me endurecen los labios,
el corazón
es quien habla
y un
relámpago de gozo
cosquillea
mis entrañas!
Porque
debajo del polvo
que de
atreve a tapizarla,
hay un
pasado feliz
agarrándose
a sus tablas...
¡Mece
un poquito la silla
que nunca
va a ser usada!
Pero nunca
quemes, madre,
esta
mecedora enana.
Porque
tiene balbuceos
repetidos:...pa...pa...ma...ma,
porque
tiene soles blancos
de otoños
en la solana
y está
pintada de azul:
color de
cielo y distancia...
Muchos
niños cabalgaron
en su
montura dorada,
pero no
lograron nunca
las
herraduras quitarla...
¿Y
ahora quieres madre, tú,
probarla el
filo del hacha?... ... ...
¡Madre,
madre, no la quemes!
¿Quieres
quemar nuestra infancia?
I.S.B.N.84-398-8126-6
Depósito
Legal: VA-605-86
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